En nuestro autoconcepto o autoconocimiento, seguramente nos pondremos a pensar en varios adjetivos calificativos que podrían identificarnos, pero en estas líneas voy a hablar sobre uno de los más importantes desde mi punto de vista… la responsabilidad… ser responsable en la vida.
Como hemos visto en mis anteriores blogs, toda nuestra personalidad está gestada en los primeros ocho años de vida. El entorno en el que fuimos educados y crecimos define nuestra biología y, por ende, nuestras creencias, genes, decisiones, etc.
Estrictamente hablando de la responsabilidad, uno de los temas que más frecuento en terapia con niños y adolescentes es el hecho de que no educamos a nuestros niñ@s a ser responsables de sus acciones, y en esto radica mucho de su futuro.
La diferencia entre seres humanos maduros e inmaduros se da cuando estos se hacen responsables de sus acciones.
Vemos familias educando bajo la evitación del dolor, de la verdad que, bajo su perspectiva, pueda lastimar a sus hijos, y preferimos evidenciar que la responsabilidad es causada por terceros, por alguien o algo más. Ocultamos las verdades cuando ellos son capaces de entender todo sin palabras y, luego, buscan en el afuera respuestas que tendrían que ser resueltas en su entorno.
Cuando no ganan una competencia… Seguro el que ganó hizo trampa, en vez de decir: ¿Qué tienes que mejorar para poder ganar? ¿Qué puntos piensas que hay que trabajar más?
Hacer foco en mí, no en el afuera.
Y así van creciendo en un entorno que evita el dolor, donde no hay lugar para el crecimiento personal y, ante todo, donde los resultados o metas a conseguir tienen que ver con el otr@.
Vemos adultos en relaciones donde todo tiene que girar en el otro: que el otro cambie, que el otro haga, etc., o excusándose y justificando sus acciones en causas externas.
Primero hay que educar a niñ@s responsables de sus acciones, hacerles ver que en la vida hay consecuencias positivas y negativas. Enseñarles a hacer un análisis de sus acciones antes de ejercerlas. Trabajar en el pensamiento sobre la emoción, en el pensamiento analítico y no en la impulsividad de las acciones. En el siguiente orden:
PENSAMIENTO → EMOCIÓN → ACCIÓN → RESULTADO → ESTADO DE ÁNIMO
Ante todo, hacernos protagonistas de nuestras vidas: ¿Qué puedo hacer YO para mejorar esta situación? ¿Qué parte tengo YO de responsabilidad en esta discusión? ¿Cómo quiero vivir? ¿Cómo quiero sentir?
En el momento en que empezamos a tomar las riendas de nuestras decisiones y acciones, comenzamos a estar conectados con la vida en su esplendor. Vamos a poder diseñar nuestro propio día a día sin depender de nadie ni de nada, donde cada uno de nosotros podrá lograr lo que desea, obtener sus recompensas, aprender de lo que no funcionó y convertir el fracaso en aprendizaje.
La palabra responsable viene del latín responsabilis, que significa responder.
Claramente, tenemos que responder por nuestros pensamientos, emociones, acciones y decisiones. Tenemos que responder y ser congruentes con todo nuestro ser, dado que en las acciones se revela nuestra verdadera personalidad.
Escondernos detrás de otros, hacerlos responsables de lo que nos pasa y darles el poder de nuestro destino es tener miedo a quienes realmente somos, a sentirnos incapaces de dirigir nuestra vida. Pero todo eso se esfuma cuando enfrentamos el miedo y nos damos cuenta de que trae más recompensa de lo que imaginamos.
Gracias,
Vanesa Dorrego